JUANA MOLINA: CADA UNO PODRÁ IMAGINAR

Juana Molina presentó Halo en Rosario

 

Ante la atenta mirada del Monumento Nacional a la Bandera, los galpones de lo que se conoce como la Franja Joven de Rosario, lucen más contrastantes que nunca. En el Galpón 13 tiene lugar el cierre del XIII Encuentro Metropolitano de Tango con cientos de personas bailando música ciudadana y otros ritmos populares argentinos. La circulación aumenta mientras las agujas se acercan a las 22hs y en el Galpón siguiente, el 11, un público diferente se va congregando. A unos pocos metros, cruzando el balcón del río Paraná, se reúne otra clase de melómanos, unos que vienen a encontrarse con su cancionera favorita que está de regreso con nuevo disco. Mientras los amantes del tango podrían hablar por horas sobre Horacio Molina, voz clásica del tango argentino, en el espacio de enfrente, mucho parece repetirse en un juego de coincidencias de sábado por la noche: más de dos generaciones vienen a bailar, cantar y emocionarse con alguien de apellido Molina, sólo que no es Horacio quien presenta nuevas canciones, sino su hija mayor, Juana, quien con igual pasión pero distintas sonoridades supo conquistar públicos de su país natal como de otras naciones del mundo.
Franqueando el ingreso del Galpón de la Música (el 11), mucha gente charla en grupos, muchos fumando antes de entrar, otros buscan lugar para atar su bicicletas. Mariano y Lucía esperan que su amiga llegue con los tickets. Él, luciendo un pin de Grimes en la solapa de su abrigo, cuenta que es su cuarto recital de Molina y espera que vendan el disco porque todavía no lo consiguió. «Me falta el primero y ahora Halo. Está jodido conseguir Rara» comenta Mariano. Lucía explica que «La primera que vi a Juana fue en el Castagnino»  y agrega que se sorprendió de «lo bailable que se torna todo en vivo». En esa oportunidad, una veraniega noche de 2015, un Museo colmado de gente alcanzaría su clímax con un crescendo tribalista donde el público se elevaba en pleno movimiento libre. Mientras los chicos comentan sus experiencias previas, un flaco de unos treinta años pasa con una remera DIY que reza “COSOCORAZON” en el pecho y que se escabulle pronto entre la gente.
Dentro del Galpón, Lauphan toca sus canciones en el escenario alternativo frente a unos cuantos oyentes que siguen con atención su propuesta. Algunxs fans ya esperan frente al tablado principal, abrazando las vallas. Otrxs oscilan entre escenarios y el puesto de cerveza. Cerca del ingreso, ante una mesa exhibidora, varias personas compran el nuevo disco, desde donde asoman unos inconfundibles ojos plenos de vivacidad. Halo, lanzado hace apenas unas semanas, es el séptimo álbum de la cantautora argentina y fue grabado en el estudio de su casa y en el Sonic Ranch Studio de Texas, con contribuciones de Odin Schwartz y Diego López de Arcaute -habituales compinches de Molina-, y con Eduardo Bergallo tras la consola.
Poco antes de las 23hs las luces se apagan y la totalidad de lxs presentes se concentra en el escenario principal. Cuando Molina, López de Arcaute (Batería, octapad y más)  y Schwartz (teclado, guitarra y más) toman sus puestos el público respira con un fervor contenido que estalla luego del primer grito de devoción. Tras un «¡TE AMOOOOOO!» llegado desde el fondo los aplausos le dan la bienvenida al trío que inmediatamente arranca con “Cosoco”.  Con el paso de las canciones, los compañeros de Molina prueban ser dueños de una ductilidad admirable, combinando instrumentos y casi convirtiéndose en hombres-pulpos que duplican y hasta triplican sus esfuerzos. Molina, por supuesto, no se queda atrás, atenta a todo pero dejándose llevar por su música. Llegado el turno de “Paraguaya”, Juana se despoja de sus instrumentos para cantar «Lo devora una pasión / Pero pronto yo, ni lo miro / Está embrujado y yo ya no, lo valoro». La compositora, que luce un vestido con detalles de huesos sobre la falda, tira unos pasos de baile en un trance hipnótico que juega con siluetas y claroscuros, es casi un swing para un musical Burtoniano. Se suceden canciones del flamante lanzamiento y clásicos como “Un día”. Apenas insinuadas las primeras líneas de la canción, esas que dicen «Un día voy a ser otra distinta/Voy a hacer cosas que no hice jamás» , Molina ya cuenta con una especie de coro colectivo que repite cada palabra con ella. Segundos después, el baile está desatado. Todo el repertorio demuestra una vitalidad que se nutre de texturas dinámicas y el trabajo detallado de una aproximación constructivista tanto del trío que está sobre el escenario como de los sonidistas que acompañan en cada correspondiente etapa, grabación, mezcla y vivo. Sobre el escenario los climas abundan como microcosmos de canción, con una Maestra de Ceremonias que tiene en claro que dejarse llevar es la mejor forma de imantar a su audiencia.

Lunes por la tarde, luego de las primeras presentaciones de Halo y horas antes de su regreso a Niceto y su viaje a Córdoba, Molina conversa relajada desde su casa. Juana habla de manera directa, con una fluidez que estimula la espontaneidad, lugar desde donde responde y explica en detalle su nuevo disco así como también la logística para llevar el nuevo repertorio a las presentaciones en vivo.
– El sábado cuando ya se habían despedido de la gente, se voló una hoja desde el escenario. Yo la levanté del piso pensando que era una lista de canciones pero me encontré con lo que parecía un listado de más treinta especificaciones técnicas así que la dejé ahí, junto a tu pedalera. Viendo semejante despliegue me quedé pensando cuánto estuvieron trabajando para poder encargarse únicamente ustedes tres de tanta propuesta sonora.

Me preocupa esa hoja que encontraste. ¿Qué será? Mía no es, por ahí es una guía del baterista o algo que después necesita para un show y no lo tiene. Le voy a avisar que se fije, por las dudas que lleguemos el miércoles y se vuelva loco (risas). No sé qué dice esa lista, no tengo ni idea de qué anotaciones tendrá.  Lo que hicimos fue ponernos los tres. Ya cuando sacamos los temas de Wed 21 con Odín, nos volvimos locos, fueron como tres meses de deducir cómo hacer: ¿Qué eliminar? ¿Qué queda? ¿Qué es fundamental? Y al final, luego de dos meses de laburar un montón, nos dimos cuenta que nos hacía falta, sí o sí,  un baterista. Queríamos lograr un efecto como el del disco, que de golpe entran cosas todas juntas, y no ir armándolo de a poco como yo hacía en los shows anteriores. Necesitábamos un baterista que pudiera acompañarnos. Ahí apareció Diego y luego junto a él hicimos Halo. Fue distinto porque ya, tanto Odín como Diego, sabían a la perfección todos los temas, no era que de golpe ellos tenían que meterse en un mundo desconocido que fue lo que pasó en el disco anterior. Como ya habían estado en la cocina, digamos, para ellos mismos fue más fácil imaginarse lo que cada uno de ellos podía hacer. Después hay cosas que decidimos que no estuvieran, y después nos faltaban, entonces dimos vueltas, había temas en los que yo tocaba el teclado y Odín la guitarra, después al final terminamos con que yo tocaba la guitarra y él tocaba el teclado, o al revés. Hubo mucho trabajo de ver qué hacía cada uno.

– ¿Y alguna vez fantaseaste con tener un músico para cada elemento? Tener, por ejemplo. nueve personas sobre el escenario.

Es que por ahora, la verdad, estamos bien. La mayoría de las cosas están tocadas en vivo. Hay muy poco sampleo, muy poco. Hay unos sonidos que son irrepetibles, digamos, ni siquiera por un músico. No hay nadie que los pueda repetir entonces esos sonidos están sampleados y van solamente en una canción. Después lo que hicimos con Diego fue que muchas cosas que yo toco en el teclado él las puede tocar en el octapad que tiene, es decir, puede dispararlo desde ahí, en lugar de estar tocándolo con las teclas, él lo toca en los cuadrados esos. La diferencia entre el nuevo show y los anteriores es que me sacaron a elementos a mi. Antes el show recaía completamente sobre mi, lo armaba todo, todo, todo, y la banda acompañaba  más como condimentos. Ahora lo que hicimos fue repartirnos las tareas, yo tengo un poco menos que hacer y los chicos tienen mucho trabajo durante el show. Por ejemplo, Odín durante algunas canciones toca teclados, sampler y guitarra al mismo tiempo. Por eso también necesitamos muchos ensayos porque hay que acostumbrarse. Yo ya tengo esa costumbre de tocar un montón de cosas pero cada tema nuevo lo tengo que aprender porque si yo me pongo a cantar y no habilité lo que viene después, no hay pedal que me ayude si no está eso listo para que yo lo pueda disparar con un efecto, por ejemplo para la voz, yo a ese efecto lo tengo que tener preparado desde antes que comience el tema, entonces después apreto un pedal y el tema se habilita. Otros efectos me los pone el sonidista pero a veces no podemos todos los efectos el sonidista o todos los efectos yo, entonces lo que hice fue repartir tareas. Ahora tenemos una actividad más o menos equilibrada.

– Estamos conversando sobre Odín, Diego, pienso también en Eduardo Bergallo, todos compañeros musicales. ¿Te cuesta delegar en otras personas? ¿Confiarle tus espaldas a otros?

Sí, me cuesta pero por eso ensayamos. Una vez que está funcionando ya entrego. No me cuesta delegar cosas técnicas, me cuesta, quizás, delegar lo artístico. Eso me cuesta más.

– ¿En Texas hicieron la totalidad del disco?

El disco fue grabado en casa, durante casi dos años. Después nos fuimos a Texas y grabamos un par de cosas más.

– Eso me resultaba curioso. Cuando escuché por primera vez “Lentísimo” me pregunté inmediatamente si ese desempeño vocal lo habías grabado a solas o en un estudio rodeada de gente.

No, no, imposible. Las voces las grabé casi todas acá en mi casa. Algunas que después oímos con Eduardo Bergallo y me dijo “éstas están muy buenas, grabalas acá” así que me quedé sola grabando. Lo hice en el estudio de él pero me quedé solita grabando voces. Esas cosas intimistas no puedo estar con gente, no. El procedimiento de grabación de voces fue, más o menos, el mismo de siempre salvo que en la mitad de la grabación hubo una apertura donde nos fuimos a Texas y ahí todos pusieron un poco de lo suyo. Fueron tres semanas y yo, en tres semanas, no hago un disco. Nos fuimos, grabamos un montón de cosas sin saber mucho lo que estábamos haciendo y cuando volvimos yo me metí de vuelta en el estudio para editar y seguir componiendo con lo que había grabado y con las cosas que me habían grabado los demás.  En “Lentísimo” había una especie de pianito distorsionado que no teníamos ni idea quién lo había grabado, yo no había sido. Creemos que fue Bergallo (risas) creemos que fue él.

– En Halo jugás con una línea de Silvina Ocampo y no es la primera vez que sus universos se cruzan.

Es que la leo a ella y digo “Qué suerte que alguien puede decir las cosas que yo siento pero sería incapaz de transmitir de ese modo”. Me siento muy identificada con Silvina Ocampo, muy. Es más, yo escribí una canción de un disco previo que decía “Cuando sea joven, tal cosa y no sé qué“ y después la leo a ella y encuentro que dice “Para fulano de tal cuando sea niño”. Y yo medio que me quedé “¡Ay! todo el mundo va a pensar que lo robé de acá”. Es una bestia, es un animal esa mujer.

– Cada una por su lado ha jugado con la percepción, con lo abstracto, también con la inocencia, que en ambas resulta engañosa, desde ahí las dos dicen cosas que son filosas.

Yo no me siento inocente. A ella tampoco la veo muy inocente. Quizás sea una manera de hablar muy directa, eso sí. No sé a qué te referís exactamente con la inocencia.

– Puede parecer que Silvina está escribiendo cosas naive y de repente te está hablando de un ángel de rulos de sangre, te tira una imagen así, tremenda. A veces puede parecer que vos estás cantando algo medio ingenuo pero por ahí te golpea súbitamente que Juana está diciendo algo de una oscuridad hermosa.

Sí, eso sí. Por ejemplo ella en un libro que se llama “Invenciones del recuerdo” habla de cuando se inunda el jardín de su casa y ella había dejado su cabrita atada y dice de una manera que era su culpa que la cabra se haya muerto y es desgarradora. La verdad que a mi me vuelve loca Silvina Ocampo.

– Siempre dijiste que fue en tu segundo disco cuando encontraste tu voz. ¿Te llevo tiempo encontrarte como artista en directo? ¿Hubo un momento en que le encontraste la vuelta a la conexión con la gente en los recitales?

La reacción de la gente ya no depende de mi. Lo que me costó mucho fue poder entregarme en el escenario y hacer lo que tenía que hacer y nada más, sin tener que estar evaluando todo lo que pasaba, cada acorde, cada nota, cada cosa que hacía mal. Era una incomodidad realmente perturbadora la mía sobre el escenario. Era tal la incomodidad que el público también se sentía incómodo. En definitiva es algo que va y viene y si vos transmitís incomodidad la gente se siente incómoda y te devuelve incomodidad y te ponés más incómodo vos y es un sinfín de incomodidad. Y también es al revés, cuando te sentís contento y feliz de lo que estás haciendo transmitís eso y la gente te devuelve lo mismo. Es una cuestión muy sencilla que me tomó años entender. O no entender, porque una cosa es entenderlo mentalmente y otra que te pase. Fueron muchos años de aprendizaje.

– Sé que sos de inspirarte de noche y trabajás hasta la madrugada. Luego de años así, ¿pudiste desarrollar un método para trabajar cada noche?

Más que un método te diría que es una rutina que se dio así pero, por ejemplo, cuando estábamos en Texas grabábamos de día. Nunca a la mañana porque bueno…eso no fue posible jamás (risas) pero tipo 11.30 0 12 hs llegábamos. Era distinto, la verdad, distinto porque yo no tenía esa soledad a la que estoy acostumbrada y me costó unos días aclimatarme a esa situación. No solamente estaban los chicos, además estaban los técnicos y yo no sabía quiénes eran. Esa parte me costó un huevo. Después vi que estaban con el teléfono, meta mensajes, me di cuenta que no les importaba nada y un poco me tranquilicé. Traté de aprovechar todo lo que Eduardo me traía para que probara. Él conocía muy bien el estudio, sabía qué instrumentos tenía, qué cosas podían gustarme. El quería que tocara no sé qué guitarra que a mi no me gustó o también que pruebe con algunos equipos pero yo siento que hay ciertos sonidos que son muy míos y no tengo porqué cambiarlos pero sí aparecieron instrumentos de los que nos enamoramos, sobre todo yo. Me enamoré perdidamente de algunos y esas cosas que no se habrían dado de no haber ido ahí.

– ¿Te interesa la idea de crear un único lenguaje onomatopéyico que despierte de igual manera la curiosidad del público japonés como del argentino o el británico?

Es que no es un lenguaje pensado para el otro. Si fuera así cantaría en varios idiomas. Es un lenguaje musical, entonces, ya no forma parte del lenguaje que otros puedan entender sino de un lenguaje que habla con la música. Después no importa dónde lo oiga ni quién lo oiga. En realidad empecé a desarrollar eso cuando por ahí tenía una idea en vivo, suponete, o en algún ensayo, de hace mucho te estoy hablando, y por ahí pensaba “ésta idea está muy buena” y entonces hasta que yo arme un sonido para desarrollar esa idea y lo grabe, me voy a olvidar, entonces grababa el tema con la voz. Después me empezó a gustar eso. Así fue como se fue desarrollando esa parte onomatopéyica, si querés, de hacer cosas como por ejemplo “Cosoco”. Con esa canción de golpe se me ocurrió ese ritmo y empecé a cantar “Cosoco, cosoco” en una grabación que ya estaba con un grabador en el teléfono “Cosoco, cosoco” arriba, le puse play en el tema, grabé “Cosoco” encima porque me gusta cómo le quedaba eso. No lo puedo describir, no es ni un ritmo ni una melodía, no sé qué es, es una cosa que va con la canción.

– ¿Cómo te llevas con la prensa? ¿Sos de leer lo que escriben de tus discos o recitales? Leí muchas cosas desde tus primeros pasos como cantante, algunas sin sentido, como “Juana Molina y su música para veganos”.

Un comentario bastante pobre.

– Siempre me pareció que tu música es un desafío para un periodismo que la tiene que poner en palabras.

Claro. Sí, yo entiendo que debe ser muy difícil. Yo supongo también que hay cosas que uno oye y cree entender o creer saber cómo eso fue hecho y se mandan con eso. Supongo que es imposible. Lo que no me gusta es cuando dicen “Tal cosa la hizo así” y no fue así como lo hice, no tienen idea cómo lo hice. Sí me gusta cuando describen lo que les pasa a ellos con lo que oyen y las imágenes que eso les evoca. Eso sí me gusta, ver todas las diferencias. Me parece que es muy difícil que todos coincidan en las sensación de percibir algo. Es tan difícil como describir un cuadro a menos que vos tengas un estilo muy definido como podría ser el blues o rock & roll, onda Rolling Stones. Vos decís “es un rock and roll” y ya sabés que hay una estructura, que hay una guitarra que suena más o menos así. Pero en este caso que no hay mucho con qué compararlo. El que es música para veganos, no entiendo qué quiso decir. Aparte no ayuda a nadie diciendo eso. Yo me imagino que lo quiere decir es que le falta algo. Pero yo también sé que lo que hago no resiste mucho la presente época en que la inmediatez rige como primera cosa. Vos ponés play y no está en los cánones de las cosas que no conocés y entonces, fuiste, chau. No es como antes que es el único disco que tenés para escuchar y bueno, le das un par de oportunidades. Eso lo supe porque una vez un chico me escribió, hace muchísimo años, a myspace así que te podés imaginar el tiempo que pasó, me escribió una carta que se llamaba “Confesión”. Ahí me contaba que él y sus amigos se burlaban de la hermana porque escuchaba Segundo. La hermana estaba todo el día en su cuarto escuchando Segundo sin parar. “Esa mierda que escuchás vos” y dale que dale todo el día así, diciéndole que era una porqueria. Y un día él estaba en el colectivo y de golpe le vino un tema a la cabeza y empezó a cantar sin tener idea de qué era. Empezó a tararear, qué sé yo, y de golpe le preguntó a la hermana y se dio cuenta que era un tema de Segundo. Entonces le sacó el disco a la hermana, subrepticiamente, se lo robó un rato, lo puso y al tipo le empezó a gustar mucho el disco y se dijo “Ahora no sé qué hacer con mis amigos”, porque no sabía cómo decirles que al también le gustaba y que se había convertido en el fan número uno. “Me di cuenta que lo tuyo no era una mierda y que necesitaba que yo me acostumbrara a esa nueva forma”. Me decía un montón de cosas que eran re lindas y sé que hay mucha gente que ni le dio esa oportunidad o no tuvo ganas, ni tiene porqué tener ganas. Lo que quiero decir es que el disco, por algún motivo o por otro, no le llegó en la primera escucha y chau, ya fue. Yo sé que es así porque a mi me pasa eso con la música que me gusta mucho, que quizás la primera vez la oigo, simplemente me deja una sensación de extrañeza, algo que me hace ponerlo de vuelta al disco. O quizás, oigo una canción, no me gusta y después, de casualidad, la oigo en otro lado y me empieza a gustar más. Uno tiene el oído armado con un molde, si le metés una cosa que no pasa, como esos jueguitos de los chicos que traen el círculo, la pelota, el cuadrado, el cubo.

– Sí, tiene que encajar en su forma.

Claro. Si vos metés una estrella en el cubo, no entra la estrella, pero, tal vez, si la dejás ahí apoyada, el oído es maleable, entonces va tomando esa forma. Me parece muy enriquecedor, no lo digo con mi música, con cualquier expresión, con cualquier idea, puede modificarte. Digo que hay que ser flexible a que te entren cosas nuevas porque enriquece mucho. A veces es muy terrible esa lucha contra el no inmediato que es lo más probable que pase. Sobre todo al principio que yo tenía toda la prensa en contra. Era realmente una lucha muy diferente. Al principio no tenía apoyo de nadie. Fue un camino muy pero muy arduo. Finalmente se fueron ablandando todos (risas).

– Creo que no podían superar que dejaste la TV para dedicarte a lo que te gusta realmente.

En parte, sí, fue eso. Ojo, ¡yo los entiendo! Si vos tenés un ídolo que te hace reír y de golpe se pone a hacer canciones, ¡dejate de joder con eso! ¡Dejate de joder con las canciones, haceme reír! Además realmente no tiene nada que ver lo que hacía en la tele con lo que hago en mi música. Es difícil, es mucha exigencia para la gente pretender que ahora todos me siguen con la música, pero no, ¡no! Tuve que hacer un público desde abajo, desde cero.

TXT – Lucas Canalda
PH – Renzo Leonard

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