JOAQO MOLINA EN BRODA – EXCLUSIVO RAPTO

 

Joaqo Molina protagoniza la sesión de BRODA que se estrena este domingo en YouTube.

Luego de cinco episodios transcurridos, el fluir de BRODA evoluciona en pequeñas sutilezas que empiezan a demostrarse en los estrenos que están por llegar. Son decenas de detalles puntuales que, a priori, pueden pasar desapercibidos, pero que construyen la perspectiva general.
Con el paso de cinco jornadas de grabación, cada experiencia sirvió para afinar aspectos de la producción. La evolución transcurre desde la naturalidad. Tanto el equipo de producción como lxs artistas invitadxs se encuentran en el punto justo. Las cámaras están más fluidas bajo un azulado lyncheano. Lxs músicxs saben potenciar su espacio en el set, luciéndose en una expresividad que va más allá de lo estrictamente sonoro.
Detrás de cada detalle cuidado hay un equipo de trabajo ocupado en que nada quede librado al azar más allá de la espontaneidad y fluidez de la música. El equipo de producción no podría definirse como grande, pero sí podemos hablar de que tiene la formación perfecta.
En semanas en que la situación covidiana apretó fuerte en Rosario cada nueva sesión obligó a aumentar los cuidados sanitarios elevando todavía más el rigor del protocolo. En ese sentido, la premisa es clara: entre todxs nos cuidamos, entre todxs seguimos adelante produciendo una serie de encuentros donde lo fundamental es lo que generan las personas.

Con el difícil e impredecible 2020 ya avanzado en su último trimestre es imprescindible sentir que BRODA logró establecerse como una marca que pudo desarrollar una cápsula que funcionó más allá de riesgos, sorpresas y los distanciamientos que volvieron todo tan frío y casi artificial.
Puede que resulte una exageración semejante afirmación, sin embargo, propongo un ejercicio que es una sencilla pregunta: ¿Cuántas veces volvimos a los recitales streameados que ocurrieron durante los siete meses de pandemia? ¿Ya lo pensaron? OK, ahora piensen cuántas veces volvimos a darle play a las sesiones de BRODA. Como una cápsula salvadora en loop, BRODA nos transporta a un lugar seguro donde fluye la química y podemos estar refugiadxs y bien conectadxs con la vibra única de los recitales en primera persona. No hay impersonalidad en estas sesiones: La cámara, más que herramienta de captura, es un neurotransmisor que nos devuelve, por poco más de 15 minutos, a las instancias recitaleras que la pandemia nos robó.
Parte sustancial de ese acto reflejo que nos hace volver a BRODA reside en la curaduría musical: el ciclo presenta ciento por ciento data fresca, pero aún más importante, está protagonizado por artistas que están en pleno desarrollo.
Joaqo Molina está buscando, yendo, jugando, probando. Es un joven inquieto de 24 años que se nutre de varios proyectos. Un artista que estira sus alas y crece bien acompañado puesto que se encuentra ubicado en una zona de influencias donde confluyen el rap, el pop y estribillos de arreglos vocales lindantes al neo soul más pegadizo. En cada esquina tiene lxs socixs correctxs para fortalecerse.
Apuntar géneros sirve para orientar, pero es inútil a la larga. “Llamas”, “Jodidx”, “Onli lu” y “Más na”, sus simples de cosecha reciente, nos dicen que Molina no está atado a nada. Entre skater o punk californiano, Molina tiene el look en las calles y el oído en varias sintonías. Un paseo random por toda la música que lo involucra arroja resultados variopintos. Pop, trap, reggae fundido, rap y más. Hay de todo en sus pasos. Molina se va moviendo de piedra en piedra, probando, pasándola bien.

De la misma forma en que salta de elemento en elemento, intercambiando roles y jugando diferentes fichas, Molina habla con fluidez. Es espontáneo y se ríe de sus propios errores o probables metidas que nunca suceden. “¿Te lo respondí al final, o no?” quiere saber, luego de una chorrera de verborragia a dos tiempos. Con buenas energías tiene ganas de hablar de música, de recitales, de feats, de todo. Molina rebosa de ganas en un 2020 que apretó pero dejó hacer. Entre todo eso, el joven músico supo activar bastante.
“Me gusta hacer de todo. No quiero definirme”, comenta animado. “Me gusta ir a lo de Juani Cappella (su productor) y ponernos a tomar unos mates, pasar el rato, ver qué sale. Empezamos a tocar la guitarra y nos ponemos a hacer entre nosotros dos. Capaz que sale una melodía y ahí vemos hacia dónde vamos. Disfruto la situación de armar y ver cómo salen las cosas. No me encasillaría nunca en un estilo puntual. No se puede, pero quiero hacer bien todo lo que hago”.
Indagar en la música que lleva su firma, sus colaboraciones o proyectos grupales que lo tuvieron participando a pleno evidencia que Molina se constituye desde su individualidad así como también es producto de un contexto en constante construcción.
En un presente donde la combinación de fuerzas es imprescindible, Molina está en la suya y en diez historias más. “Las cosas se dan de manera natural. Grabé e hice música con gente que comparte el mismo amor por la situación. Quiero hacer con pasión”, observa Molina.
“Creo que generar vínculos es difícil. No puedo ponerme a hacer un tema con cualquier desconocido. Me gusta hacer junto a gente que conozco, con la que compartí unas birras. Me gusta salir, cagarme de risa, saber cómo es la persona. No podría hacer un tema con alguien desconocido porque sentiría que lo estoy haciendo por deber. No me gusta eso. Quiero hacerlo porque tengo ganas, porque lo siento con pasión, con amor”.
Más allá de un año atravesado por la falta de fechas en vivo, Joaqo mantuvo una presencia regular publicando música nueva. Con cuatro sencillos, más el feat en “Tasty” de Bonacci, puede decirse que Molina no durmió durante la pandemia.
“La falta de recitales me deja con ganas de estar todo el tiempo arriba de un escenario”  comenta a propósito de un 2020 con mucha música vía streaming pero cero toques. “La paso muy bien arriba del escenario. Me siento muy respaldado por la gente que me acompaña en el escenario”.
Molina tiene abstinencia de recitales. Manija es poco. Según comenta, el 2019 tuvo mucha actividad en vivo, mientras que 2020 pintaba con la misma movida, pero pandemia. “El año pasado yo tocaba con los chicos de Kanadá, que son mis hermanos. Tocábamos bastante. Nos habíamos puesto una meta: tocar en todos los cumpleaños, en cada uno de los integrantes de la banda”.
Molina vuelve a lo anterior: salirse del círculo de confort para experimentar más y construir desde otro lado. “En esos recitales empezamos a conocer mucha gente. Por eso todo está relacionado, surgen así las cosas”.
Consultado sobre la actualidad de la escena rosarina Molina apunta que “hay un montón de cosas para todos”. En ese sentido señala que “se está crecimiento un montón porque se busca perfeccionar e innovar”.
Finalmente, cerrando una idea de moverse sin prejuicios, libre de las ataduras de clasificaciones, Molina acierta en algo: no hay género, estilo o movida específica que identifique y en la que quiera inscribirse. En todo caso, se siente una criatura natural de todo lo que se genera en la cultura rosarina. “No siento que esté haciendo pop o rap o rock. Siento que hago algo siempre diferente. Me gusta la música por sobre todas las cosas. Disfruto haciendo música. Más que nada, me identifico con la idea de cultura que se está armando en nuestra ciudad”.

 

Lucas Canalda

 

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