CHIMO: LATITUDES Y DIBUJOS DE LUZ

Con la edición de Yunga, Chimo y su cabecilla Emiliano Ponzelli, lograron un puñado de canciones que proponen la posibilidad de un futuro librado de formalidades de género. El disco -que fue el más votado en la encuesta 2017 de Rapto- dialoga generacionalmente con artistas que borran las barreras entre el pop y lo experimental buscando un nuevo lenguaje de convivencia.
Un vistazo al interior de un viaje de desarrollo colectivo y al magnetismo de tres compañeros de ruta que se reencuentran luego de sus experiencias previas en El Gran Diamante y Los Codos.

I

En Manantial, su debut de 2015, Chimo presentó un pop expresionista que se extendía en un encanto rayano a lo hipnótico. Ese proyecto que nació de la instancia solitaria de un Ponzelli recién regresado de España paulatinamente fue sumando el apoyo de dos cómplices incondicionales: German Bertino y Valentín Prieto, con quienes había compartido bandas, canciones, emociones y frustraciones. El trío pronto sumó a Diego Pichech (Rosario Smowing) en baterías y cuando fueron cuatro salieron a pasear la propuesta por cuanto escenario estuviera disponible. En ese proceso, la criatura evolucionó y el 17 de octubre de 2017 llegó Yunga, una yuxtaposición entre la experimentación y la canción pop sofísticada. Con el arribo del nuevo disco, llegó un refuerzo de lujo, Federico Toscano (Sánchez, Alucinaria, Valle), para potenciar una alineación que apuesta al enriquecimiento orgánico.
En este nuevo trabajo Ponzelli encabeza una expedición furtiva hacia la sensación de un pop elegante que desde las latitudes rosarinas busca dialogar con Alex Anwandter, Caribou, Animal Collective y Ben Chasny. Ese diálogo natural pero inconsciente por parte de Chimo tiene que ver con el mismo impulso creativo y de curiosidad natural de una generación de oídos repletos de información que buscan saltar las mismas barreras; inquietudes de artistas entre los 35 y 45 años de vida pero que en sus entrañas acusan un millón de años luz de cultura musical en constante reconfiguración interior. Las referencias mencionadas, más que influencias, son compañeros espirituales de una largada común con mil rutas posibles y llegadas estimulantemente inciertas. Cada meta alcanzada es única y una nueva baliza referencial para lo que lo habrá de venir.
“Margarita” y “El soñador” parecen ser la conexión-puente de Manantial a Yunga. Un pop que en el primer disco se insinuaba pegadizo ahora presenta elegante descendencia como Tropicornio”, “Perdidx”, “Tercer pez”, canciones que se quedan sonando en cabeza y cuerpo. En su debut, Ponzelli era el Doctor Casiotone creando su propia criatura; ahora lidera una escuadra de exploradores que avanza hacia la Yunga, renovando su equipo para el nuevo terreno. Cada detalle que se revela durante el transcurso de Yunga habla de un paisaje construido por obreros en una inspirada comunión, por eso se destaca el armado colectivo donde las piezas se imantan solas y electrifican sus alrededores. No en vano Ponzelli, Bertino & Prieto (también podrían ser un trío de jazz) tuvieron experiencias previas en comunión, esa química parece prevalecer para dar vuelta la página y comenzar una nueva entrada en su bitácora de complicidad creativa.
En la construcción colectiva parece proyectarse un probable futuro de Chimo siendo imposible obviar la actual propuesta del grupo en vivo, donde su instrumentación se agiganta gracias al aporte de los polirítmicos Pichech y Toscano. En los recitales de los últimos seis meses, la formación del grupo fue mutando de acuerdo a agendas individuales y a la capacidad de los escenarios de las diferentes venues de Rosario u otras ciudades pero siempre quedó claro que el pulso humano es quien impulsa este presente. Sobre los escenarios del Teatro Príncipe de Asturias durante la pasada edición del festival Otro Río, con Picech en batería, y en Distrito 7, con Toscano tras los parches y Picech en percusión digital, el resto de los Chimo tomaron esas imperturbables human drum machine para poder actuar más desatados y sumar otros invitados. Cada una de esas noches fue un contundente ejemplo de aquella máxima de Joe Strummer repetida por el Bobby Gillespie de los 80: A band is only as good as its drummer.

II

El encuentro con el núcleo de Chimo tiene lugar algunos días después de la presentación oficial de Yunga en Distrito 7, en el taller de diseño gráfico de Ponzelli, ubicado en Remedios de Escalada de San Martín, en la informalidad conocido universalmente como Echesortu. Un barrio de calles techadas por árboles vigorosos que tienden al amarillo en las que sobreviven clubes sociales, decenas de plazas, salones bailables y bicicleterías de laburantes. La tarde de miércoles es, además de la entrevista, la primera reunión post concierto presentación de disco que el trío organiza en medio de las fechas que siguen llegando. Es tiempo para evaluar todo lo ocurrido la noche compartida con Diosque y que contó con la amenización musical de Emilio Valdelomar.
Desde la cocina dice presente Gabriel Lovera, quien colaboró junto a Ponzelli en las letras de ambas ediciones de Chimo, y ahora se concentra en sus cuadernos bajo una luz escueta, poco interesado en enfrentar el grabador. Júpiter, el felino del lugar, se despierta de su siesta y husmea reconociendo novedades en su territorio. Luego de olfatear el grabador y demandar algunas caricias se vuelca sobre lo que aparentan ser unos séxtuples en preparación y pispea curioso hasta que se duerme bajo el peso de sus ojos.
Este taller hizo las veces de sala de ensayo y central de operaciones para la gestación de Yunga. El desarrollo del disco corrió en un ambiente relajado y familiar, con la pequeña Ámbar dando vueltas entre los instrumentos de su padre y sus compañeros, y donde el atigrado Júpiter seguramente no interrumpió sus siestas por tanto ensayo. Ese factor humano, de compañerismo, de hermandad fortalecida, de química artística revisitada, es algo que surge una y otra en la historia de Chimo, especialmente en Yunga. El núcleo del grupo, compuesto por Bertino, Prieto y el anfitrión, volvió a reencontrarse tras algunas frustraciones, dispersiones propias de la vida cotidiana y distancias geográficas debido a unos años de vivencias mallorquinas por parte de Ponzelli. Los tres coinciden que había ganas de escucharse, de volver a una sintonía que sin mucho pensar, siempre está, que aparece naturalmente.

III

Ponzelli es un tipo de palabra amable que cultiva, desde siempre, un bajo perfil. Es uno de esos talentos silentes que únicamente rompe su discreción para echar luz sobre su música. Por estos días su crucero principal es Chimo pero su recorrido reconoce grupos como Nausicaa, El Gran Diamante, Los Codos y aventuras como el IDM de Parque Cinético. A pesar de sus años de actividad en el circuito musical independiente rosarino, Ponzelli no siempre dio testimonio de sus ideas y los impulsos creativos que viven dentro suyo. Eso se debe, primero, a que nunca se vio interesado en buscar una visibilidad para sí mismo, sus proyectos hablaban por él; en segundo lugar, ¿cuántos medios masivos locales van en busca de la palabra de los hacedores de la cultura subterránea de su propia ciudad? Ponzelli admite, sin tapujos, que siempre desconfió de los medios por la falta de interés que denotan para con la producción musical local.
Sus instantes iniciáticos en la música lo sorprenden con retratos congelados en el tiempo y una posterior dedicación formal que marcaría el camino de su instrumentación: “Mis primeros acercamientos en la música son de muy chiquito. Más que recuerdos reales son recuerdos armados a través de fotos familiares. En mi casa no había mucha música disponible para escuchar y aprender. Igualmente, ya para mis dos años, me hicieron una torta con forma de guitarra. Tengo fotos tocando una guitarra de juguete con mi primo. A los seis o siete años me mandaron a aprender música. Primero piano, luego organo con acompañamiento, lo que estudié un montón de tiempo. Esos son los acercamientos más académicos, por así decirlo.  Por el lado emocional, recuerdo de a los diez años, pedirle un cassette de New Kids On The Block a mis viejos. Me gustaban mucho los cantantes melódicos cuando era chico, me re acuerdo. Después empecé a mezclar todo, los cantantes melódicos con los pop y Green Day. La pubertad y la adolescencia, ahí empezó a surgir todo”.
Volviendo a su infancia y al hogar familiar que dejó hace años, el padre de Ámbar y Florián revisa sus propios tiempos como hijo remarcando que “No sé bien qué vieron mis viejos ahí conmigo y la música, o qué deseo incompleto habrán tenido, en especial mi vieja. Con el tiempo, ya de grande, me di cuenta que a mi viejo también le gustaba bastante el rock. Pero hasta que no me fui de mi casa nunca registré que a mi viejo le gustaba el rock”.
Un recorrido por la obra de Ponzelli -entendiendo por eso todas las canciones de sus proyectos y bandas, además de las múltiples experiencias en vivo a través de los años-  evidencian que siempre fue un músico que creó canciones desde la más absoluta libertad, bien alejado de dogmas y desconociendo por completo yeites estilísticos. Esa emancipación de las formas rígidas, la desconfianza de los lugares ya transitados, la certeza de no querer seguir los pasos de otros, lo convirtieron en sinónimo de frescura, búsqueda y renovación dentro del circuito rosarino lo que también proyectó un foco de curiosidad sobre cada una de sus nuevas etapas musicales.
Emi o Chimo, como se lo conoce dentro del riñón de Polvo Bureau, se caracteriza por la creación de canciones libres de géneros y dogmas estilísticos. Como artista parece proceder bajo algún influjo de la inmortal Virginia Woolf adueñándose de la llave de su propio cuarto y desde ahí delimitando los elementos de su universo y multiplicando las posibilidades de esos elementos elegidos. Ese minuto cero puede llegar a ser abrumador a la hora de arrancar, sin embargo, Ponzelli es un baqueano de ese procedimiento, sabe que visualizar los caminos del territorio es prioridad para avanzar y encontrar formas, sus formas, hacia la canción. “La libertad puede ser abrumadora a veces”, confiesa. “Hay infinitas posibilidades de acuerdo a tus tiempos y deseos”, agrega.  “Yo encontré la manera de limitarme un poco, de autolimitarme con algún concepto o con la instrumentación limitada que siempre tengo. Encontré la forma de crear desde ahí; autoimponerme alguna especie de limitación técnica como para empezar a desarrollar algún concepto. A veces es abrumador y tenés que encontrarle la vuelta, son procesos. Ahora estoy medio perdido de nuevo en la manera en cual componer. Creo que lo que venga va a ser más una cuestión de acercamiento de la guitarra criolla o desde el piano, menos desde el teclado. Es una búsqueda. Una búsqueda que se acompaña con el momento que tiene uno. En mi caso funciona eso. Limitarme técnicamente”.  “Ahora me llegó un sintetizador nuevo que me permite un abanico de posibilidades muy grande y si no tenés un plan no sabés para dónde disparar. Te podés pasar toda la vida probando cosas si sos curioso. Un poco por esa curiosidad y otro por una falta de adhesión a música de estilos a veces no es tan fácil”. Con la certeza que las canciones siempre están por venir, concluye: “Puede ser una locura la búsqueda pero acá estamos otra vez”.

En la actualidad se están erosionando los géneros y en su lugar hay una tremenda yuxtaposición de elementos. La música experimental y el pop están muy cerca, en una convivencia feliz. ¿Cómo ves esa relación  de retroalimentación entre pop y lo experimental?

La retroalimentación entre el pop y la experimentación me parece genial. Es el único lugar donde podemos caber nosotros. Tenemos bastante experiencia en la música experimental. También llevamos con nosotros un bagaje de música pop. Supimos escuchar música pop. Es un lugar que me encanta. Me siento super cómodo ahí, es un lugar que quiero seguir explotando. Creo que Yunga va muy de la mano de esa yuxtaposición del pop con la música experimental. Creo que el futuro de la banda está vinculado con esa combinación de elementos, con la combinación de esos géneros.

– ¿Al momento de hacer una canción pop hubo alguna preocupación por el qué dirán?

No sé si fue exactamente un qué dirán sobre hacer una canción pop. Todas las limitaciones se las pone uno mismo. Uno, al venir del palo tan underground y tan experimental, cuando va pasando a otros niveles de producción más prístina como las que tiene el pop, a veces, siente que no está en su lugar de comodidad, básicamente. Pero es ahí mismo es cuando salen las mejores cosas, cuando uno sale de su lugar de confort. Uno se queda ahí y encuentra que todo es mucho más fácil, por eso uno ve bandas que tienen treinta años y siguen haciendo la misma música, no es fácil salir de ese espacio de confort. El lugar de confort está entre la mirada del otro y la comodidad de lo que ya funciona para uno mismo. Es una lucha. Es difícil salir de los lugares comunes de uno y cuando se intenta se plantean un montón de incomodidades como la mirada del otro y la propia; uno no se suele ver en ese lugar y es todo un proceso. Igualmente me pareció genial poder abordar una temática más puramente pop porque uno se encuentra con cosas que no sabía que tenía y está buenísimo eso.

IV

Al momento de conversar entre todos, Ponzelli, Bertino y Prieto se ubican formando un triángulo, un equilátero de zona franca para conversar con calma. A un costado, sobre la mesa de trabajo, Júpiter duerme indiferente a todo lo que sucede a su alrededor. Entre mates se ríen y preguntan cómo sonó la presentación en Distrito 7, curiosidad que vuelve a repetirse una vez finalizada la charla y segundos antes de la despedidas formales.
Estos tres conspiradores de la música independiente hablan pacientemente sobre el universo contemporáneo que rodea a este proyecto de fuerzas y vibraciones aunadas que hoy es Chimo. Siendo parte integral de Polvo Bureau y directores responsables de la permanencia del festival Otro Río, Bertino y Prieto están tan inmersos en el proceso de creación musical como en la cocina de la gestión y la producción ejecutiva. Por un lado, van a fondo con la pulsión musical, mientras que con cabezas algo más frías se entregan a un seguimiento de los consumos culturales, de las tendencias, del hype de figuras ready made y de las etiquetas que el mercado necesita para seguir adelante. Desde allí aportan sus miradas y sentires. Observan a la industria desde un costado, con atención y sin negarla, buscando una comprensión de la bestia que últimamente pisa un territorio al que antes miraba con desinterés.
Bertino, siempre silencioso bajo la visera de su gorra, escucha sin depositar su mirada en un lugar específico pero sigue atento cada palabra que sus compañeros emiten. Prieto, el más verborrágico de los tres, habla de manera apasionada y certera, conoce su métier en detalle y desde una pregunta puede emprender una radiografía de la escena musical rosarina, provincial o del circuito nacional, tanto en sus ramificaciones artísticas como comerciales. En su pasión Prieto es directo y sin pelos en la lengua, virtud que no siempre contribuye a generar simpatía pero que aporta claridad sobre problemáticas de la movida local.

– Emi, el año pasado cuando nos cruzamos en el Crack Bang Boom y todavía no había salido Yunga dijiste que estabas entusiasmado con seguir haciendo canciones, que ya estarías haciendo dos EPs más. ¿Te entusiasmaste con el formato o era el deseo de seguir produciendo en este gran presente?

Ponzelli: El entusiasmo era y es por hacer temas nuevos. Las canciones de Yunga empezaron a surgir cuando nosotros salimos a presentar Manantial. Algunas canciones tienen dos años.  No queríamos cebarnos con seguir metiendo composiciones sin que estén en el disco porque las terminás tocando un montón en vivo, después las grabás para que no pase esto mismo.  Ahora estoy esperando lo que se viene. Seguramente vendrá un nuevo momento creativo de la banda. Las bondades del formato EP son varias. Pensándolo bien, entre tantas ventajas, creo que económicamente es un gran formato para la gente que no tiene tantos recursos. A menor cantidad de temas, menor cantidad de plata, menos horas de grabación, mezcla y mastering. Un disco largo requiere una economía y una logística muchísima más holgada para producirse, no sólo pasa por una cuestión de creatividad. En las épocas que corren los LPs están dejando de existir, prácticamente. La gente tiene hábitos de consumo mucho más inmediatos.

El estándar del formato disco se va transformando de acuerdo a la demanda y a la dispersión del oyente. ¿Como músicos qué les genera eso? ¿Es liberador? ¿Sienten nostalgia del formato clásico?

Bertino: Como músico la verdad que no me genera nada, con esto voy a que el hecho de juntarme a hacer música está por sobre todo lo demás, no se piensa en formatos. A la hora de sentarte a ver qué hacer con eso sí que se modifica la cosa. Puedo hablar por mi y puede que exista algo de nostalgia con el disco físico, pero no me puedo quedar con eso. Me parece que la idea del disco hoy en día escapa a su materialización, el contexto te obliga a desglosar la idea en varias aristas. Hoy sacar un disco puede hacerse de múltiples formas, hay que correrse del eje y poder encontrar desde donde encarar cada proyecto y su vehiculización para ser efectivo. Hoy en día por coyuntura económica, la manera en la que se consume, los tiempos y demás cuestiones, llevan a tener que pensar en un abanico de propuestas para llevar un mensaje. Me parece que está en ser más inquieto y así pueda ser liberador.

Ponzelli: Yo soy cero fetichista. No siento nostalgia de nada, nunca fui muy amante de los soportes. Sí entiendo la cuestión del ritual o también lo que significa la cuestión de calidad. Me encanta lo nuevo. Siempre me sentí muy cómodo navegando en el mundo de la incertidumbre. Me gustan los nuevos formatos, me sorprenden. Me parece que engloban cuestiones de creatividad y de un mundo en movimiento. Si bien uno tiene que adaptarse todo el tiempo a nuevas maneras de compartir, consumir, etcétera, es una pena que todo termine siempre vinculado al mundo del mercado y las cuestiones tengan más que ver con estrategias de mercado que con lo que necesita el consumidor. La música forma parte de un negocio y la gente consume música como consume todo en este mundo capitalista. Más allá del formato, me gustaría que la música esté más vinculada con una cosa de desarrollo personal, introspectiva, que es a lo que apunto yo desde mi lugar de vínculo con las canciones y que no sea un mero objeto de mercancía con tal o cual formato de consumo. Pero bueno, eso es una cuestión personal.

Prieto: Creo que la duración del disco es indistinta siempre y cuando se logre una unidad y una cohesión entre las canciones. Cuando estábamos atravesando el proceso final de Yunga temíamos que el disco quedará algo corto. ¡Pero era lo que había! Hoy por hoy, con las libertades que hay, me parece que agregar cosas sólo por darle más duración a algo es medio al pedo. Incluso habría que dejar de usar esas categorizaciones de la industria tipo EP, Maxi, Simple, y todo eso porque son de la época de los discos físicos y de la manera en que eso se empaquetaba para ir a la radio. Durante el año pasado fui tan fan del disco El Hijo Pródigo, de Limbo Junior (26 minutos) como del disco debut de Fonso, Some Plays  (90 minutos). Uno me encantó por su poder de síntesis, y el otro me gustó justamente por lo contrario.

– Para la presentación oficial de Yunga en D7 hablaron de la Yunga Full Band, descripción acertada ya que el escenario se colmó de músicos invitados como Natalio Rangone (La Paz Ciencia), Martín Greco (Mi Nave), entre otros. ¿Sienten que están caminando hacia esa dirección, de abrir aún más el juego en cuanto a la instrumentación?

Ponzelli:  La Yunga Full Band (risas), ¡me encanta eso! El otro día Germán tocó la trompeta y quedó buenísimo. Me encantó. Siempre gustaron ese tipo de bandas de muchos músicos, con mucha instrumentación, siempre fui muy maximalista a la hora de hacer música, nunca fui minimalista. Pero bueno, está el problema logístico, de coordinaciones, de tan poca plata de por medio. Las veces que podamos, al menos en Rosario y en los entornos que nos brinden cierta comodidad para hacerlo, vamos a intentar seguir tocando con un formato lo más extendido posible, al menos de mi parte. Los sonidistas lo odian, obvio (risas).

Bertino: El abrir más el juego en cuanto a la instrumentación siempre está latente. Con Chimo somos muy inquietos. Venimos de proyectos que tuvieron como eje innato la experimentación sonora, la canción y tantas otras formas deformes con la que uno se siente cómodo. Hoy nos encontramos con una realidad que te obliga a pensar varios formatos, para poder tocar un poco más, pero el tema está en encontrar el tiempo para masticarlos. Ya hicimos incursiones en un formato electrónico que dejó lo suyo, hoy somos cinco y mañana…

– Luego de compartir varias experiencias musicales El Gran Diamante o Los Codos en Chimo se reencuentran. ¿Había deudas pendientes? Los tres siguieron en la música, incorporando aprendizajes y desarrollando proyectos. ¿Tenían ganas de compartir ese crecimiento personal entre ustedes?

Ponzelli: Yo siento un poco que con Germán y El Gran Diamante, había sido una experiencia algo truncada. Era una banda increíble, que tenía millones de canciones, millones. El mundo se perdió esas canciones hermosas. Más allá de una deuda pendiente, si bien siento que es una lástima que El Gran Diamante no haya concretado más, evidentemente, hay una cercanía musical y una manera de trabajar que nos sigue uniendo y que, a pesar de todas las diferencias que tenemos en la vida diaria de cada uno, podemos hacerlas a un lado en el momento que nos metemos en la sala o cuando nos juntamos en un estudio y combinamos nuestras emocionalidades. Creo que ahí se crea algo único. No es tan sencillo encontrar gente con la que uno pueda desarrollar ese tipo de cosas, entonces evidentemente el destino nos va uniendo porque tenemos muchas cosas en común y que podemos convertir en elementos tangibles como la música que compartimos con los demás. Además compartimos ese momento creativo entre nosotros.

Bertino: Chimo se dio de una manera un tanto natural, por aproximación, amistad, trabajo. Emi arrancó con Manantial solo, por ese entonces con Valen estábamos viendo cuestiones de difusión y lanzamiento por el lado de Polvo. Cuando llegó el momento de pensar en la presentación del disco y darle forma al vivo nos vimos ahí, como que cayó de maduro. Personalmente venía de no tocar hacía bastante y fue una bocanada de aire. Con Yunga nos vimos en un camino de aprendizaje increíble. El proceso de armado de temas y maquetado lo hicimos juntos, cosa que en los proyectos anteriores no pasaba, uno traía lo suyo y se ejecutaba, obviamente que en el transcurso esa ejecución se volvía grupal, pero hoy nos encontramos haciendo las cosas de una manera muy diferente. Nos dimos la libertad de involucrar en el proceso de grabación a personas que aportaron lo suyo como Bernardo Ferrón (Telescopios) con las guitarras, Mr. Bass Greco en los bajos, las voces en lo de Nacho Espumado (Mansión Mutante), mezcla y master en Córdoba. No se si fueron cosas pendientes solo por no haberlas hecho antes, responde más a las inquietudes que aparezcan en torno a lo que se hace y cómo entregarse a eso. De esta manera no tengo dudas que va a haber mucho más por aprender y disfrutar en el camino.

Prieto: Hacía casi dos años que no tocábamos juntos entre los tres. Incluso veníamos algo desencontrados luego de la disolución definitiva de El Gran Diamante (mediados de 2013). Algunos meses después de eso, con Emi hicimos un par de shows con una formación híbrida de Los Codos para intentar presentar Humedal (2013). Luego, el silencio. Emi formó una familia, y Ger se alejó un poco de la disciplina de Polvo Bureau luego de 2013. Con el paso del tiempo fuimos reencontrando sensaciones. En 2015 Emi nos invitó a cenar a su casa para mostrarnos estos temas, y paralelamente con Dutch empezamos a trabajar nuevamente en una posible reconfiguración de Polvo, ya que a fines de 2015 Morena (Velazquez, prensa) y Julián (Peña, parte de El Gran Diamante y uno de los fundadores de Polvo Bureau) dejaron el sello y Dutch tuvo que dar un paso la frente para que la cosa no se desmoronara. Desde lo musical creo que la excusa de presentar un disco nos dio el envión necesario para poder configurar una formación algo estable que nos permitiera poder experimentar con ciertas cosas a futuro. Había bastante entusiasmo con Manantial, y Emi estaba con ganas de volver a salir al ruedo. La verdad es que el disco estaba buenísimo y al toque empezaron a salir posibilidades para tocarlo en vivo. El Gran Diamante era un caos total. Una experiencia de la juventud. íbamos desde la canción a la experimentación en un camino sin retorno. Con Chimo comenzó a pasar lo contrario. Fuimos desde los experimental hacia la canción. Y nos dimos el gusto de componer un disco de manera colectiva, donde cada parte es parte del todo y cada arreglo original  de cada uno de nosotros se aglutina a la perfección a ese todo y se vuelve una parte importante de la identidad de la canción. El proceso más gratificante de este reencuentro fueron todas esas sesiones de estudio en que salieron estas canciones. Llegábamos a estados de delirio musical increíbles, de mucho entusiasmo. Pero no eran las 2 AM de un día de semana en una sala de ensayo ultra turbia. Era en casa de Emi, con Ámbar dando vueltas por ahí, tomando unos mates por la tarde al final de la jornada laboral. Psicodelia doméstica y familiar.

– ¿Cómo fue el proceso para conformarse en banda luego del esbozo inicial que fue Chimo medio solitario con sus máquinas ?

Prieto: Fue un proceso bastante natural, porque Emiliano venía mostrándonos las maquetas de Manantial desde hacía bastante tiempo. Cuando el disco estuvo casi finalizado, con Dutch arrancamos a hacer la producción ejecutiva del disco junto con Francisco Castells. Para el momento en que Emi nos convoca a tocar, el proceso fue más bien natural dado que veníamos escuchando esas canciones hacía tiempo y que veníamos involucrándonos en el proceso de edición del disco. Dutch incluso armó el diseño gráfico integral del disco a partir de una ilustración original de Manu del Mar. Por otro lado, ya teníamos experiencia de tocar entre nosotros tres con El Gran Diamante, así que de algún modo fue también un reencuentro musical empezar a formar parte de Chimo. Al mes de editado Manantial compartimos un show con Mi Nave. Tocamos con el Casiotone con el que Emi había grabado el disco y con un MicroSampler que Emi compró para poder disparar los samplers y las bases que estaban en el disco. Al comienzo fue todo un tanto precario. Sólo nos limitábamos a tratar de interpretar lo más fielmente posible todo lo que sucedía en Manantial. Pero para el segundo show, en Bon Scott junto a Juan Pelayo, ya habíamos estrenado un par de temas nuevos, armados en la sala entre todos, que luego formarían parte de Yunga.

– ¿Cómo ven la maquinaria del hype en nuestro país? ¿Creen posible generar hype con bandas de Rosario, desde acá o en la misma ciudad?

Ponzelli: El tema del hype es difícil desde Rosario. Nuestra ciudad se volvió un lugar muy poco atrayente para el resto del país. Rosario tuvo ese éxodo de artistas que no triunfan desde Rosario sino desde Buenos Aires siendo rosarinos. La posibilidad que te dan las redes es ampliar un poco el público desde tu lugar. Si ves el fenómeno de las bandas mendocinas y la mayoría hacen base en Buenos Aires. La cantidad de consumidores es diez veces más grande, o más. Todo se mueve desde ahí. No sé si nuestra generación va a ser la que nuevamente vuelva a imponer algo con espíritu de trascendencia nacional. Pero bueno, acá estamos desde hace un tiempo y seguiremos intentando que lo nuestro llegue a la mayor cantidad de gente posible. Justo ahora Polvo Bureau celebró su séptimo cumpleaños en Capital, son ideas para trasladar nuestra música a otras ciudades del país.

Prieto: Durante mucho tiempo creí que en Argentina era imposible generar hype alrededor de una banda. ¡Y vaya que me equivoqué! Las bandas independientes por lo general tenían como única chance de difusión la autogestión y un poco de autobombo. Las bandas mainstream, o quienes las representaban, siempre tuvieron el dinero y el poder de lobby. Hoy se combinaron ambas cosas en una sola estrategia que logró que se aceite una maquinaria de hype que siento hace peligrar la libertad artística  con la que la música argentina se manejó durante los últimos diez años. Las bandas comienzan a proyectar la posibilidad de armar un carrera y eso va a desmedro de la construcción de una obra intransigente, que escape de la moda del momento. Rosario, con todo lo malo y bueno que tiene, nunca jamás se va a poner de moda en Buenos Aires. Eso nos ayuda a poder seguir manteniendo una libertad artística que ya no es tan usual en otro polos culturales del país. Eso es en parte gracias al apoyo a las industrias culturales que otorga la provincia de Santa Fe: se produce obra sin pensar en armar una carrera para defenderla. Damos pelea los rosarinos. Se editan muchos discos por año. Diversos, tenemos exponentes en distintos géneros que se cruzan bastante y estamos hermosamente ajenos a las modas. Lo que critiqué durante muchos años de Rosario hoy podría ser un arma que logre defendernos del pop macrista. Pero para eso dependemos de que el público no vire multitudinariamente a festivales como Nueva Vibra, donde no toca una sola banda local, y apoye aunque sea un poco al artista local. Con poco, el artista rosarino logrará, por autosuficiente, crear una obra de valor. Hay que darles la chance. Depende de nosotros.

Txt . Lucas Canalda
Ph . Renzo Leonard

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