MARIANA PÄRAWAY: UNA NUEVA FLECHA

Mariana Päraway está en Rosario. Precisamente en el corazón de Pichincha, un barrio que parece desperezarse de la siesta mediante las cornetas de churreros itinerantes y las familias que caminan hacia los parques ribereños para aprovechar la luz natural que le resta al día. Mientras el sol baña las ventanas del departamento que la aloja, la alvearense dispara un “estoy en pijama, ¿está bien así?” con risas desde una habitación . Mariana llegó a la ciudad sobre el mediodía desde Córdoba donde estuvo tocando en el bar Gondwana en la noche de viernes. Todo comenzó días atrás, el 15 de julio en Mar del Plata, primera parada recitalera del Sirena de Montaña Tour, una gira que la llevó a Mar del Plata, Necochea, Tandil, La Plata, Buenos Aires, Córdoba y culmina hoy sábado en Rosario. Tras la seguidilla de conciertos, de micro en micro, midiendo el sueño en horas/kilómetros, ahora Päraway está sentada frente a un té humeante (nada de pijamas, luce jeans, botas y una camisa de rombos coloreados) comentando sobre lo que vivió ayer en La Docta además de otros lindos episodios de la gira. “Anoche estaba en Gondwana y me decían “qué bueno, tocá otra de las nuevas canciones” y yo dije “miren, las compuse en marzo y no me las sé” (risas). La radiante tarde invernal atestigua, privilegiada, sus risas contagiosas y cierta ansiedad por tocar sus canciones. “Hacía mucho que quería venir” reconoce. “Acá estoy, entonces” remata, entre desafiante y expectante. Su conversación es amable y natural. Tiene un tono de diálogo delicado que acerca a la confianza, casi a la complicidad. La cantautora está pronta a ingresar al estudio para gestar un nuevo disco y el entusiasmo se le nota, rápidamente detalla productores y fechas estipuladas. El raid de recitales y rutas parece no haber hecho mella en su ánimo y comunica las ganas de tocar en la cuna de la bandera desde hace tiempo: es la primera vez que vengo, después de muchos años de ganas. Una vez iba a venir junto a María Pien pero al final se bajó la fecha. La verdad que no sé la razón de tanta tardanza. A Buenos Aires he ido muchas veces. No sé por qué pero me parece que está bueno que sea así, justo ahora que estoy cerrando un ciclo. Estoy despidiendo Hilario y se viene algo nuevo, entonces va a abrir una puerta para volver con ese trabajo nuevo.

Nacida en General Alvear, en el sur de la provincia de Mendoza, Mariana Porta creció en un universo de extensa diversidad, impulsada por una familia que supo dar a la pequeña una pátina de estímulos que marcarían en ella una sensibilidad artística que pronto tomaría el desvío de la singularidad. “Mi mamá cuando crecía en lugar de escuchar Palito Ortega como todo el mundo, escuchaba Deep Purplerecuerda animada la cantautora. “Ya ella tenía un bagaje musical muy fuerte y en mi casa se escuchaba mucha música. En mi casa se escuchó mucha música, de varios tipos. Desde Sergio Denis a Maria Creuza, Pablo Milanés, Abba, Bee Gees. Yo tenía un disco de los Parchís, un montón. Tenía uno de Kiko, de las Ardillitas. Había un montón en mi casa, para escuchar y jugar. Pero siempre fue así, cuando tenía trece años yo escuchaba Pantera. Todo eso en algún lado anda navegando” agrega mientras gesticula con sus manos en el aire lo que podría ser interpretado como una danza furtiva de influencias. La diversidad de fuentes que nutre el imaginario de Päraway logra una delicada libertad que se traduce en canciones que respiran soltura en  palabras, idiomas (francés, inglés, castellano), géneros y aproximaciones musicales tan descaradas como frescas. Mariana logra un lenguaje personal que el neófito encuentra cada vez más cómodo mientras se libera a sí mismo de conceptos concretos y los dogmas de las etiquetas. “Yo siempre he tratado de ir hacia eso mismo, la libertad. Cuando me preguntan qué hago, yo siempre respondo que no sé, que es poner muchas cosas en una batidora y ahí vamos. Tampoco me interesa definirlo porque para mi es una etiqueta, y eso te pone un límite. Si vos no querés hacer folk, si no querés hacer algo folklórico y dicen que hacés algo folklórico, te decís “ay, no, no, ¿ahora qué hago?”. Te ponen limites que yo no tengo ganas de tener. Eso me impide cambiar, me parece que todos cambiamos, todo el tiempo, es algo natural. Prefiero no tener esos límites”. Esos confinamientos de los que que desconfía y reniega parecieron ir borrándose por efecto de una curiosidad que hasta la actualidad la acompaña y hace de su mejor compinche para seguir creciendo: cuando era chiquita, en tercer grado, hice flauta.  Luego en cuarto y quinto, participé del coro de la escuela. Ese fue mi primer encuentro real con instrumentos. Después empecé con la guitarra. En general los elementos que uso son de cuerdas, me parece que son cercanos al cuerpo. Salvo el piano, en todos cuando los toco, hay algo que me vibra, así, como si estuviéramos juntos (abrazo el aire y se ríe). Yo si pudiera me compraría un montón más de instrumentos pero en casa no entran más. Cada vez que me mudo es como “noooooo”. Ahora estuve en Colombia y me compré un Cuatro, me encanta, toco un montón en mi casa. Ni siquiera los toco como hay que tocarlos, no soy arpista, ni charanguista. En general los toco como si tocara la guitarra. Es algo que me gusta hacer porque tiene que ver con el juego. En el piano es igual, nunca aprendí, me pongo, toco y hago. Es lo que busco. Voy a clases, estudio, porque me interesa saber y mejorar pero más que nada porque quiero componer canciones en esos instrumentos. Pero no porque busque una carrera de arpista”.

 

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Editado en octubre de 2014, Hilario es un muestrario de todo lo que está entrelazado. Once canciones sobre destino y unión. Un sedal que atraviesa a las personas, los lenguajes y al tiempo. Canciones íntimas sobre futuro, presente y pasado de una artista que se atreve a lo conceptual de manera tímida pero contundente. El productor del disco, Leandro Lacerna, logra refinar el cancionero de Päraguay sabiendo equilibrar dosis correctas de arreglos. Hilario también cuenta con el aporte de Alejandro Terán generando el encuentro de métodos y aproximaciones diferentes a una misma obra; una fructífera fricción artística que evidencia respeto y encuentro entre dos artistas dispares entre sí.  “Con Terán fue muy loco, porque lo conocí una vez que fue a Mendoza Lucio Mantel con el cuarteto de cuerdas” detalla Päraguay mientras parece sonreír con sus ojos, protegidos por unos anteojos vintage de gruesos cristales.  “Después de ahí fuimos a un bar muy famoso que es el Papito Barloa, donde han ido grandes celebridades de la música. Está siempre lleno y los lomitos son lo más. Fuimos todos a comer y mientras todos hablaban sobre The Cure, los dos coincidimos en que The Cure no es dark, entonces hicimos ese contacto del tipo “eehh, buena onda onda, pensamos lo mismo” con gesto y todo. Entonces me quedé pensando en lo bueno que estaría trabajar junto a él. Me consiguieron el mail durante la génesis de Hilario y le escribí para comentarle que me gustaría trabajar en algunas orquestaciones. Fue muy loco porque un martes le mandé dos canciones y el viernes ya me mandó los arreglos. Me preguntó “¿Qué querés?” y le respondí “ponele todo” y lo hizo (risas). Le dije me encantaría que tuviera vientos, corno, que tenga todo. Tiene hasta un theremín. Cuando grabamos él llevó sus músicos, tuvimos todo un domingo grabando hasta la noche, super piola. Después hasta le pidió a unos músicos que grabaran cosas en su casa y me las mandó. Muy bueno trabajar con él”.
El Tiempo, su debut, es un esfuerzo sanguíneo y primario. Un corazón que busca exorcizar demonios vencidos. El primer registro de una cantautora diferente; vulnerable y audaz.  “El primer disco fue grabado sin metrónomo, justamente buscando algo sanguíneo, teniendo todas las partes de bajar y subir la velocidad de acuerdo como fuera saliendo de mi”.  Los Peces, editado en 2012, presenta una Mariana más relajada y desfachatada. “Costurerita” la tiene como un derroche de onda y arrogancia, creadora de criaturas según sus caprichos: “Uniré los labios y no me dirás nada, porque no quiero escuchar, si no estás diciendo nada igual”. Sobre el significativo cambio que cada trabajo tiene en su carrera, Porta reflexiona, “creo que cada disco ha ido abriendo puertas adentro mio que me hacen despegarme de un lugar pero me hacen aprender muchas otras. Entonces el disco que viene va a ser muy distinto, ya desde el vamos lo es. Desde la composición fue distinto, había una meta que era tener cierta cantidad de canciones para Marzo. Un límite casi autoimpuesto de decir “para empezar a trabajar y sabiendo lo que tarda el proceso de armado de un disco necesito para marzo tantas canciones. Trabajar todo el verano y decir listos, ya, arranquemos”. Y nunca había hecho algo semejante. Tuve una crisis al componer, no me salía nada. Llamaba a los chicos de Concepto Cero (su sello editor) llorando, “soy una inútil”. Estaba muda hasta que empecé a componer y algo se abrió. Entonces con las canciones se generó otro vínculo, algo más volátil, quizás, porque al hacer muchas más canciones de lo que va a llevar el disco, si te apegás mucho y esa canción después no está, te duele algo”.
Siendo tan proactiva al momento de adentrarse en nuevas texturas, aprender a su modo instrumentos nuevos, casi ajenos, es llamativo que Päraway nunca haya intentando producir sus propios álbumes y busque para cada ocasión la guía de un oído externo. ”No me han surgido esas ganas. Nunca he querido hacerlo yo” explica la mendocina mientras detalla que“quizás en una gran parte es porque no me siento capaz pero también me parece que está buenísimo saber eso. Cada elección de productor ha sido por distintos motivos. Para Los Peces fui a un estudio de grabación llamado Fader con un cuadernito con preguntas anotadas del tipo “¿Ustedes producen?” Sí, Ah bueno, dale, listo, checked. Entonces (Carlos) Carly Beguerie me dice “Che, yo estoy trabajando con Daniel Vinderman, ¿te gustaría que se sume?” y le respondí que sí, obvio, sin tener idea alguna de lo que hacía. Digo la palabra llorar muchas veces porque me pasa muy seguido, pero me acuerdo cuando me mostraron por primera vez tres maquetas, lloré, nunca pensé que alguien pudiera hacer algo con mis cosas. Eso me gusta, que otro ponga algo que yo no hubiera imaginado. Con Leandro fue que yo había escuchado “Disco desconocido”, un disco de un grupo llamado Lavanda Fulton, fue el único grupo de banda mendocina que he tenido en mi celular y he escuchado  mucho. Me parecía un discazo, me parece muy bonito, entonces hablé con él. Nos conocimos porque compartimos unos premios en Mendoza y ahí empezamos a hablar. Entonces lo elegí a él. Estuvo buenísimo porque cuando yo le mando las referencias comentando por dónde quería ir y luego terminó todo en otra cosa que nunca imaginé, eso me parece siempre muy bonito”. Sobre el futuro inmediato, grabando su nuevo trabajo en México, Päraway precisa: Con el próximo disco la elección fue también en conjunto. Es la primera vez que me ha pasado, elegir todas las canciones que van a hacer al disco, en conjunto con Concepto Cero. Con Neto (Ernesto García) La elección fue por su trabajo, también Shaman  y Los Pilares de la Creación. Vamos a ver qué otras cosas diferentes podemos hacer”. El viaje al país Azteca entusiasma a la cantautora de 36 años porque marca el regreso a una latitud que supo mimarla con curiosidad por parte de la prensa y un mejor recibimiento por parte del público que conoció su trabajo a través de la internet y fue esparciendo sus tracks favoritos por las redes sociales.

Mendoza es un epicentro de creatividad musical que desde hace tiempo brilla por luz propia y suena más allá de las barreras topográficas y distancias ruteras. La zona de Gran Mendoza es tan efervescente como intensa y conservadora, seduciendo y conquistando pero también frustrando y negando. “Es tan conservador que toda esa efervescencia musical que hay se termina yendo o disipando” observa Porta, agregando “Hay muchas bandas que tocan un montón, sacan un disco  y se separan. No hay tantos lugares para tocar, los arreglos no son buenos, el público si no hacés una fiesta con el recital medio que no se copa. Tiene que ver con el valor cultural que hay en Mendoza, el valor de lo local. Por ahí cuesta un poco.  Toda esta cuestión de “lo que viene de afuera está más bueno”. algo que es un sentimiento argentino.

– En Rosario pasa algo similar, talento que termina siendo apreciado cuando se va

Eso me da una bronca. Me parece que seguimos alimentando la idea de que Buenos Aires es el epicentro de absolutamente todo. Estaría buenísimo que podamos crear escenas. Yo siempre pongo a Córdoba de ejemplo. Tienen una escena tremenda, todos viven en Córdoba, no se van o van y vuelven. Me parece que sería buenísimo crear una escena interesante y redituable para todos, incluidos bares y turismo, para el municipio. Hay que seguir dándole onda a eso pero por ahora es así.

– ¿Y qué siente uno cuando tiene tanto feedback de afuera?

El otro día hice un chiste y no sé si se entendió mucho. Dije que iba a terminar siendo un poco Los Enanitos Verdes (risas) y está todo bien, igual. Uno quiere trabajar y si no es acá, es allá. Me parece que lo yo quiero es cantar y seguir haciendo discos. Seguir, moverme, ir a distintos lugares. Así como hoy es la primera vez que vengo a Rosario, quiero que sea la primera vez en muchos otros lugares. Hay que abrir puertas y tender puentes en otros lados. En Colombia me fue muy bien y todavía tengo un montón de lazos ahí y ganas de volver. Eso está buenísimo. Ahora que el disco nuevo se va a hacer en México espero que pase lo mismo.

– ¿Te imaginás una vida en el exterior?

Yo creo que sí. Si está esa posibilidad y puedo seguir haciendo lo que a mi gusta hacer, sí. Si me decís te vas a vivir a Marruecos pero tenés que lavar platos, cosa que odio con todo mi ser, no lo hago.  Siempre viendo, por supuesto. No es fácil, no estoy sola en la vida pero si es para hacer música, sí, claro.

TXT – Lucas Canalda
PH – Renzo Leonard

 

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